jueves, 23 de diciembre de 2010

Edredones Compartidos


Las gatas son de ir mucho a lo suyo sin pensar en los demás. En eso se parecen a los del PP. Sólo en eso, que la Anabotella y la Tiberio en el fondo son adorables (cínica me pone el empalago navideño, señor de los ladridos infinitos).

El caso es que debe de hacer por la calle un frío de esos que obligan a los grajos a un aterrizaje forzoso, porque hoy me he despertado con la Tiberio, la tonta, metida entre el tetamen, que parecía yo la Loba Capitolina y ella una especie de Rómula con bigote. A mí no me parece mal que se pongan así arrimadillas, que al fin y al cabo llegaron de bebotas y yo, buena que es una, hice de ama seca y gracias a eso me dejan que las riña cuando se pelean y que las controle el tráfico por el pasillo. Pero como son tan rácanas de tamaño, no le aportan nada de calor al ovillo, así que ahí me veis a mí, medio esparrancada, perdiendo calor por todas partes y sin recibir nada a cambio. Tanta socialdemocracia de espíritu va a acabar conmigo.

He empezado a preguntarme si las mininas estas no serán un poco parásitas, y en eso seguirían pareciendo tan peperas como la marica tonta esa que le está dando unas migrañas tremendas al Gafapasta cuando se pone a defender a Intereconomía. Si tanto le gusta la Durán siempre podría irse a un auto de fe. De víctima. Que la bicho esa seguro que estaba encantada de encender la hoguera.

No voy a seguir por ahí, porque dice el jefe que en Navidades tengo que poner buena cara, dejar de gruñir y regalar parte de mi divino fondo de armario a las cachorras pobres.

Pero yo he pensado que mejor hacer justicia histórica y marcharme a Belén para pastorear al Niño y organizar el tráfico de borregas. Que ya habéis visto lo bien que se me dan los mandobles pateros.

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