viernes, 29 de abril de 2011

La Gin se va de Wedding


La tradicional lucha por el control del mando a distancia alcanzó esta mañana dimensiones homéricas.

Que fue marcharse el Gafapasta y decir la Gin que aunque a ella no le habían invitado a la boda de Harry y Kate, y eso a pesar de que más de una juerga alcohólica se han debido de pasar la nena y el principito, que ella es muy inglesa y muy monárquica y que quería verlo todo. Yo ya le dije, que había en el Canal Moda un desfile súper interesante de Marc Jacobs y que de eso nada, monada, que para ver sombreros imposibles y pamelonas de mal gusto que ya poníamos por la noche My Fair Lady de nuevo. Pero ella erre que erre. Yo creo que sólo para fastidiarme, que sabe de mis valores republicanos y jacobinos.

Al final de la contienda, que si muerdo yo el mando, que si gruñe ella y tira del extremo, que si apriento las fauces, que si aprieta más ella, quedó el salón con un mando a distancias dividido por setenta y nueve, una torre de libros en difícil equilibrio definitivamente desequilibrada, el montón de la ropa de plancha por los suelos y una vajilla menos.

Al Gafapasta le dio como un aire al volver a casa. Pero lo peor de todo es que dice la Gin que le ha pedido por correo urgente a una prima que tienen en Sussex una taza hortera hasta la náusea, más o menos como la de la foto, donde dice que piensa instalar el bebedero de los copazos.






viernes, 22 de abril de 2011

Perras Pasionarias




Como ya sabéis yo soy un poco demasiado mía, y como francesita orgullosa de su historia y laicista hasta el corvejón contemplo ciertas fiestas con escepticismo volteriano y jacobino gesto. Y es que las procesiones que más molaban en la época de la Revo eran las de las carmelitas de Compiègne camino de la guillotina. Que todo quedaba muy solemne y daba mucho juego para novelas y óperas estupendas.

Peor lo lleva la Gin, que además de macarra es inglesa y más puritanorro-protestante-anglicanorra que el mismísimo Cromwell. Que todo es rezarle un avemaría cerca del hocico y empezar la nena a estornudar de la alergia que le tiene al catolicismo.

Pero de todas maneras ni por jacobinas ni por alérgicas nos íbamos a librar de los sustos de la Semana Santa, que a eso del miércoles nos había sacado de paseo el Gafapasta y ahí que nos atacó sin previo aviso una cofradía con el modo panzer on.

A mí me horrorizó el estilismo atroz, que era tan recargado que ni los propios Victorio y Lucchino se hubieran atrevido a firmarlo. Una ya ha estado en tantas pasarelas de colecciones aburridas y miserables, que no se iba a inmutar por un faldón de más o un capirote de menos, lo que no quita para que me parezca que las procesiones ganarían super muchísimo con diseños de por ejemplo Givenchy, que le veo yo con unos dorados estupendos, o de Gaultier que es puro exceso trompetero.

Pero, ay la pobre Gin. Claro, imagínense que son unas perras cachorronas y barriobajeras, tirando a atorrantes (qué adejtivo tan bonito tenían en común el Gafapasta y la mamá del Chicoguapo), y van olisqueando baldosas y basurillas y de pronto se ven siendo abalanzadas por una horda de kukluxklaneros mercenarios o mercedarios o qué se yo, con dos imágenes enoooormes bailando de lado a lado de la calle con expresiones lacerantes y colores medio lánguidos. Y sobre todo con trompeterías M-U-Y desafinadas y tamborradas M-U-Y ruidosas. Pues eso, que como era de esperar la niñata entró en colapso nervioso. Y allí que empezó a temblar y aullar mientras la cabecita le daba vueltas sobre sí misma como a Linda Blair en el papel de la perra del exorcista, y al Gafapasta en cuclillas tratando de controlarla. Y a mí toda avergonzada tratando de disimular con cara de "a estos dos notas no les conozco, que quede clarito".

Al final, la Cofradía de Nuestra Señora de la División Panzer Acorazada pasó de largo entre ruidos y sombras, y la Gin recuperó el tono y la tranquilidad después de ventilarse una botella de Beefeater (qué bien le va el apellido a la muy perra) y otra de Don Simón con Coca Cola, vulgo calimocho. Que mucho Windsor mucho Windsor pero borrachuza lo es un rato. Y después de un par de sonoros eructos continuó el paseo balanceándose como las dos imágenes mientras decía con voz pastosa "mira, tía, soy la semana santa".

Qué miedo me da todo esto, qué miedo. Espero que el Viernes llueva.




domingo, 10 de abril de 2011

Historia de unos gayumbos


Mira que me gusta a mí lo jurar por Dior y todo eso. Pero no puedo con las mamarrachas, lo mismo me da que sean perras crestadas chinas o diseñadores ingleses pasados de meninge.


Inglés tenía que ser (lo siento, Gin, reina, pero los british sois como sois). Pero hace ya unas semanas que al de la foto le tuvieron que rescindir el contrato con la Santa Sede (Chez Dior, Paris, que en Chez Ratzinger visten fatal por mucho zapatito rojo de Miuccia Prada -qué mona y divina ella- se pongan). Y es que bajo los efluvios del alcohol (Gin, cari, mejor no digo nada) se dedicó a llamar feas, y zorras, y judías a unas chicas de la mesa de al lado en una brasserie, para terminar rebuznando que él "ama a Hitler" y que era una pena que no se hubiera cargado a las familias de las chicas a su debido tiempo.


Y es que eso no tiene perdón ni diciéndolo en una brasserie de París,que mira que suena fino-divino. Yo soy una perra de origen francés, con varios abuelos en La Resistence. Y no puedo tolerar que pretenda venderme vestidos monísimos y pamelonas excelsas semejante engendro.


Pero no se crean que lo mío es de ahora y me dejo llevar por la canallesca, no. Que al Gafapasta, ya se sabe cómo son los de la otra acera, que les pierden las marconas (no las almendras, las de ponerse guapo) le había dado por comprarse un set de gayumbos supermolones del Galliano en Zaragoza, sí, cuando la Frantic esa le llevó a un restaurante vegetariano y se tuvo que quitar el trauma comprando cobertores de entrepata. Y yo fue verlos, y como que me dio una rabia que en cuanto el Gafapasta se sacó a hacer pis y lavarse los dientes, los trabé con la mandíbula buena y los dejé hechos pañitos de fregar en la Casa de la Barbie.


Se cabreó mucho muchísimo, que hasta quería pagarse otros iguales embargándome la paga. Pero ha sido enterarse de las tonterías del modisto este y decirme ... "No, si al final ibas a tener razón tú con lo de los calzoncillos".


Más vale tarde que nunca.


Aunque tengo que reconocer que eran preciosos y le marcaban paquetazo.

martes, 5 de abril de 2011

Gollum, gollum, mi tesooorrroooooo, mi pelooootaaa


"Una Pelota para gobernarlos a todos, una Pelota para encontrarlos, una Pelota para atraerlos a todos y atarlos en el abismo".

Élfica que estoy, madredelamorhermoso. Y es que si en vez de perder el tiempo leyendo blogs absurdos aprovecharais vuestro tiempo leyendo clásicos de la literatura, os habríais dado cuenta de que estoy citando ese libro, ese gran libro de Tolkien titulado "El Señor de las Pelotas". Donde unos malos hacen unas pelotas de caucho para dominar a todos los perros del mundo, y bicho que atrapa una de las pelotas queda subyugado por su poder y cae en las garras del mal. Pero es que además hay una pelota grande y roja que sirve para controlar a todas las demás pelotas y sus poseedores.

Y es que me he dado cuenta estos días de que el Gafapasta compró el otro día no una pelota sino ESA pelota. Que a mí esas pelotas de caucho de colorines siempre me han parecido feas y estresantes, porque botan mucho, se van muy lejos, te hacen correr como una loca sin estilo ni nada y son menos finas y blanditas que las de tenis. Así que como cuando yo era peque se empeñó en comprar esos pelotones horribles, pues yo las perdía todas hasta que se dio cuenta de que de las de tenis no dejaba escapar una.

Pero alguna fijación tiene el Gafapasta con las pelotas grandes y duras. Ejem. Porque ha sido adoptar a la nena y presentarse con otro de esos engendros, enorme y de color rojo, más dura que la mollera de Nacho Diego, que le dio un pelotazo accidental a la Gin en el parque y casi me la mata. Por suerte, le acertó sólo en el ojo y yo me reí mucho. Porque me estoy volviendo mala y cruel.

Y no os lo creereis, pero fue ver a la Gin galopar sin gracia ni estilo ni nada detrás de la pelotona roja y entrarme a mí un no sé qué cosquilleo por los bajíos. Como una voz que me decía essssmíaaaaa, essssmíaaaaa, mirrrrrregalooo de cumpleañosssssssss, gollum gollum. Mientras se me ponían ojos de bacalao al ajoarriero. Así que me acerqué a Ginebra, le expliqué con un mandoble, dos mordiscos y un bonito surtido de gruñidos cómo estaban las cosas y me quedé con la pelota. Y ya no la he vuelto a soltar, que hasta agujetas tengo en las mandíbulas, oigan.

¿Que la quiere el Gafapasta? Si trae galletas, suelto la pelota, como la golosina, y vuelvo a por Mmmmmi pelotttaaaaa. Si no trae galletas, le gruño y le digo que se quite del medio. ¿Que viene Gin? Mandoble al biés.

Y es que con la pelota roja en las fauces me siento como una especie de Bruja Avería disfrazada de Cruella de Vil (por el estilazo, sobre todo), y me paso el día riéndome entre mí y proclamando lo mala malísima que soy y que viva el mal y viva el capital.

Anabotella dice que leo mucho y voy a acabar con más tontuna mental que la Bovary esa de la novela. Pero yo sé que la pelotttta es mmmmíaaaaaaaaa, mi rrrrrregalooo de cumpleañossssssss, y que me va a servir para dominar el mundo y gobernarlo como a mí me gusta: a palos.

Gollum, Gollum, pelota, pelota, Gollum, Gollum.

viernes, 1 de abril de 2011

Momentos L'Oreal


El Gafapasta no tiene ya una edad, sino tres o cuatro. Por lo menos. Y con esos tiempos pasados ni queda bien que se ponga a jugar con muñecas y le destroce las raíces a una Nancy ni resulta fácil cambiar el look capilar cuando le da el pampurrio aburrido de por las noches. Así que para compensar, tiene ataques del que yo he catalogado como Virus Llongueras.

Los síntomas son bastante fáciles de describir. Empieza a mirar de reojo mientras cuenta rastas improvisadas y nudos varios con el ojo izquierdo; con el derecho, localiza el cepillo de doble púa, ese que da unos tirones que te dejan muerta, y estudia las posibilidades de huida hacia el fondo sur de la casa. Y cuando ya ha decidido atacar para saciar sus sádicas veleidades peluqueras, con una agilidad que sorprende -especialmente en el Gafapasta- y engancha a un tiempo el collar de los diamantes de Cartier, que es el que me pongo para estar en casa, y el cepillo maldito.

Yo tengo asumido que para estar mona hay que sufrir. Así que pongo cara de resignación, babeo un poco por el lado izquierdo de mi divina barba, y me dispongo a aguantar el chaparrón de púas. Al fin y al cabo, mejor será si se quiere seguir dedicando a la política (juas) que le pillen cepillándome a mí que haciendo permanentes a una Barbie. Que esto no es Inglaterra.

Hay que reconocer que luego me queda una pelambre super turgente, un volumen capilar digno de anuncio de primeras marcas y unas ondulaciones al biés cuando troto por el parque que ríete tú de las tupidas melenorras de Veronica Lake. Y es que para una Brie como Brie manda, nada como una melena bien cepillada y aireada, con un poco de raya marcada a la derecha y un flequillo existencialista cubriendo los ojillos para que no se note la mirada de lista.

Para la Gin, que ahora se suma también a los momentos víricos, ha elegido un corte muy a lo garçon, bien recortadito y con unos flecos suavecitos y bien delimitados en rabo y culera. Además de una laca especial para esas pestañas blancas que tan interesante aspecto le hacen a la nena. Nada que ver con su barriobajera realidad, por cierto.

A las gatas, sin embargo, no las peina. ¿Para qué, si como son asociales están condenadas a morirse de asco encerradas en casa cual piojosas émulas de Rapunzel, a ver si llega el Gato con Botas a sacarlas de su lánguido encierro? De todas formas, la Miércoles no tiene mal pelo y es como peluchona, pero con esa especie de negro cuervo con babero blanco que gasta, la Tiberio se parece cada día más a un cura del Opus. Y eso no hay Llongueras que lo arregle.

Gafapasta, ven: te necesito.