lunes, 28 de marzo de 2011

El pan de Ginebra


Lo mismo es que oyó al torero ese de no sé cuándo que dijo lo de "Más cornás da el hambre", pero por muchas cornás que reciba la Gin el hambre no se le pasa tan fácil. Es glotona, voraz, ávida y ansiosa tanto como barriobajera. Lo mismo roba mi comedero y lo esconde por la casa del Gafapasta, creyéndose que si no está el platito tan mono que tengo de porcelana de Meissen, el jefe le va a poner a ella ración doble, que trepa a la lavadora no para asearse, que eso no es lo suyo, sino para meter el cabezón en el saco de los manjares. Que por cierto, qué valor el del Gafapasta, llamar manjar al pienso por muy bueno que lo traiga.

A mí, cuando me dijeron que me iban a traer a casa una nena inglesa pues ya me dio como mal rollete. Porque a mí no me parece que lo de las inglesas sean modales se pongan como se pongan las chicas Windsor. Y mucho menos elegancia y glamour. Y todavía menos paladar, que no me van ustedes a comparar ese delicioso Foie d'Oïe que tanto nos apasiona a las cánidas francesas con los sanwiches de pepino crudo con mojo de sabediosqué sobre los que se abalanzan las albionas en cuanto tienen ocasión.

Pero yo, que siempre soy optimista y de perdidos al río, siempre esperé que la nena fuera por lo menos del Castillo de Balmoral o algo así tirando a fino, a fino para ser inglés, se entiende. Aunque fuera más rancio que los Barbour, el Burberry's y las bragas escocesas de Mafor. Pero no, ni de Balmoral y de Navalmoral de la Mata siquiera. Porque, lo siento, ya sabéis que a mí no me gusta hablar de nadie, pero la Gin es una barriobajera de tomo y lomo, un entremedias entre hija de minero huelguista de Gales y vendedora de patatas fritas de barrio marginal de población de clase obrera a lo Newcastle a punto de ser secuestrada por los servicios sociales.

Y es que el bochorno del otro día NO se lo perdono. Que una es una señora y con toda una reputación en el barrio. ¿Pues no me doy la vuelta y veo a la Gin corriendo como una exhalación con una barra de pan en la bocaza? Y no una barra de pan cualquiera, no. Una barra robada a uno de los simpáticos macarritas porreros del fondo sudeste. Que tienen un perro súper antipático y súper salido, pero para ser macarritas porreros tienen su pase. Y hasta se rieron con la gracia de la advenediza esta, y se conformaron con el euro que les dio el Gafapasta con cara compungida para comprar otro pan.

A mí luego la Gin, como para darle otra miga al asunto, me dijo que lo hacía por el Gafapasta, que así se relacionaba con los macarritas, que había dos o tres chandaleros medio monos, y se les llevaba al catre. Por Anubis que así mismo lo dijo, "al catre". Qué ordinaria. Y ya le dije yo, ya, pero qué catre ni que catre, tú, so mema, porque como eres recién llegada no conociste al Chicoguapo y no entiendes de ausencias y de melancolías. Y de paso, borrachuza, para pulgas ya tenemos bastante con las tuyas, como para sumar las de un barrioboy con chándal.

Si es que lo digo yo desde que la conocí, muy mona y muy salada. Lo que queráis. Pero la gentuza es gentuza.

martes, 15 de marzo de 2011

Pulgas en el corazón ... y en el ejem.


El otro día tuve una instructiva conversación con la niña quien, como adolescenta rebelde porque el mundo ha hizo así que es, ni maldito caso.

Me dice de pronto que ella viene de una casa animalista de pro y que ella también quiere adoptar animalitos chiquitines y desamparados. Y yo, muy señora responsable, ya le respondí que me parecía muy bien, pero que con lo gamberrota que es no la veía yo cuidando de un pajarito ni de unas carpas japonesas radioactivas. También le aclaré que si estaba pensando en roedores, seguramente las gatas se lo agradecerían, pero las mascotas no iban a durar gran cosa en esta especie de Arca de Noé que se está organizando el Gafapasta.

Ella me dijo que todo eso ya lo sabía, que inglesa sí es pero tonta no (yo puse morrito de poco convencida, que me sale súper, pero si ella lo dice para qué voy a hablar yo), y que todo eso ya lo sabía y que por eso había pensado en adoptar unas cuantas pulgas.

Ahí es donde me entró el horror horroroso. Hasta las pulgas saben reconocer a una señora, pero a una señora de verdad, cuando se la encuentran. Y por eso yo no he tenido grandes problemas con esos seres pequeñitos y repulsivos que te usan de pista de patinaje provocándote un montón de picores y luego se te van a los cuartos traseros para morderte el chichi. Que me ven la cara de leche agria que yo sé poner tan bien cuando es necesario y salen corriendo en dirección contraria. Pero a esta que es joven, inocente y mantecosa le van a hacer una buena avería. Y además, ya avisé, si adoptaba las pulgas lo que iba a pasar es que el Gafapasta iba a echar más vertidos químicos y biológicos por la casa que ríete tú del Agente Naranja. Y además le expliqué, que es que la niña no se entera de nada, que hasta las animalistas más animalistas estrujan a las pulgas en cuanto una se escapa del kit de veneno de urgencia que todas llevan camuflado en el corsé.

Pero como es como es, ayer se trajo del parque a unas cuantas pulgas totalmente homeless sin hogar, estratégicamente situadas entre el sobaco izquierdo y el contorno del potorro.

Una hora que la tuvo el Gafapasta tirada contra el suelo y panza arriba estrujando sádicamente a las indeseables uña contra uña. Y no veais ahora cómo apesta la casa a geles, pipetas, aerosoles, polvos, fumigaciones y escapes de Solvay. Que da igual que te pongas toda primaveral con una rociadita de Flowered de Kenzo: sales de casa apestando a salfumán.

Lo peor de todo, seguro que alguna pulga ha convencido a la Gin de que le de asilo político y la tendrá por ahí escondida poniendo huevos como una loca y obsesionada por dominar la casa. O por lo menos por devorarnos a la hooligan y a mí.

Por Anubis, qué estrés.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Año Olímpico


Que sí, cariños, que ya sé que echabais de menos, y que estoy escribiendo poco poquísimo poco. Pero es que estos dos me tienen agotada, literalmente agotada.

Claro que la nena es mona y necesitaba un hogar y consejos sobre su horrible forma de vestir y de comportarse. Pero de ahí a traérsela a casa, como si esto fuera un internado especializado en protocolo y glamour, pues me parece como mear fuera del periódico. Y no podía traer nada bueno.

A ver, que yo soy una señora mayor. Estoy estupenda, y sin pasar por quirófanos ni fingir que soy tonta como la Obregón. Porque una es de natural espectacular y cadera gentil. Pero los años no pasan en balde. Y ya andaba yo estupenda con mis paseítos al sol, un par de trotecillos primaverales, unas palabras corteses con las cánidas del lugar. Y en cuanto me cansaba un poco, pegaba un mordisco en la pantorrilla al Gafapasta y me lo llevaba para casa. Al calorcito.

Pues ahora no. Como la nena es hiperactiva, dice el Gafapasta que hay que hacer ejercicio. Y se le ha ocurrido la moda de llevarnos de paseo a la playa en cuanto sale el solete. Que ni siquiera avisa, eh, y así te presentas en El Sardinero sin siquiera la bolsita mona con el bikini de swarovskis, que no hay quien se luzca. Y entre voy para allá y vuelvo para acá nos tiramos tres horas, nada menos que tres horas. Y está bien chapotear un poco y echar un par de trotes finos y elegantes, pero tres horas corriendo al galope desbocado detrás de la hooligan de la Gin me parece, francamente, demasiado.

Que luego hay que ver al Gafapasta, muerto de risa cuando yo llego a casa desfondada, con dos calambres en el corvejón trasero y la lengua arrastrada por las inmundicias callejeras. Fatal de la muerte, oigan. Y saltando, ayyyyy, mira a la viejaaaaaaa. Como si él llegara de ganar un oro olímpico en los 400 metros valla.

Y es que me parece a mí, y seguro que alguna visitante me da la razón, ¿verdad, Carmen, cari? que si se ha pasado al plan de vida fit, lo que tiene que hacer es volverse musculoca y trabajar en el gimnasio. Y a mí dejarme dormir tranquila, que ya no tengo años para excesos.