domingo, 10 de abril de 2011

Historia de unos gayumbos


Mira que me gusta a mí lo jurar por Dior y todo eso. Pero no puedo con las mamarrachas, lo mismo me da que sean perras crestadas chinas o diseñadores ingleses pasados de meninge.


Inglés tenía que ser (lo siento, Gin, reina, pero los british sois como sois). Pero hace ya unas semanas que al de la foto le tuvieron que rescindir el contrato con la Santa Sede (Chez Dior, Paris, que en Chez Ratzinger visten fatal por mucho zapatito rojo de Miuccia Prada -qué mona y divina ella- se pongan). Y es que bajo los efluvios del alcohol (Gin, cari, mejor no digo nada) se dedicó a llamar feas, y zorras, y judías a unas chicas de la mesa de al lado en una brasserie, para terminar rebuznando que él "ama a Hitler" y que era una pena que no se hubiera cargado a las familias de las chicas a su debido tiempo.


Y es que eso no tiene perdón ni diciéndolo en una brasserie de París,que mira que suena fino-divino. Yo soy una perra de origen francés, con varios abuelos en La Resistence. Y no puedo tolerar que pretenda venderme vestidos monísimos y pamelonas excelsas semejante engendro.


Pero no se crean que lo mío es de ahora y me dejo llevar por la canallesca, no. Que al Gafapasta, ya se sabe cómo son los de la otra acera, que les pierden las marconas (no las almendras, las de ponerse guapo) le había dado por comprarse un set de gayumbos supermolones del Galliano en Zaragoza, sí, cuando la Frantic esa le llevó a un restaurante vegetariano y se tuvo que quitar el trauma comprando cobertores de entrepata. Y yo fue verlos, y como que me dio una rabia que en cuanto el Gafapasta se sacó a hacer pis y lavarse los dientes, los trabé con la mandíbula buena y los dejé hechos pañitos de fregar en la Casa de la Barbie.


Se cabreó mucho muchísimo, que hasta quería pagarse otros iguales embargándome la paga. Pero ha sido enterarse de las tonterías del modisto este y decirme ... "No, si al final ibas a tener razón tú con lo de los calzoncillos".


Más vale tarde que nunca.


Aunque tengo que reconocer que eran preciosos y le marcaban paquetazo.

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