
Mira que a mí me gusta la playa. Pero es que el Alcalde Pavisoso y Antonio, el Esbirro, nos lo están complicando mucho por Santander. Y de todas formas, desde que el Gafapasta fue abducido por la Secta del Setter, no hay manera de darse unos baños de ola tranquilos.
Porque ahora lo de la playa es a doble alternativa: o con setter, o con setters. Que si vamos la familia, hay que aguantar a la Gin, que se desboca por los arenales y enloquece por las rocas en busca de bogavantes. Y si vamos con la secta, hay que aguantar a la Gin. Que se desboca por los arenales, enloquece por las rocas en busca de bogavantes y se desparrama duna arriba duna abajo por un ecosistema frágil para terminar de romperlo. Y además, otro montón de setters, muy simpáticos, que no digo yo que no lo sean, muy guapos que no digo yo que no lo sean, pero todos igual de majaretas. Y ladrones de palos.
Que ayer como hacía un día estupendo nos marchamos por la tarde a Liencres y nos llevamos a nuestros humanos. Como dieciséis perros y doce humanos o cosa parecida. Y como la playa estaba hasta arriba, pues pusimos rumbo a la ría del Pas a través de dunas y pinares. Todo una locura, claro, porque todos empiezan a correr a la vez y me marean muchísimo. Tuba se pone a ladrar a todos y a mordisquear el culo a Dallas. Y la poligonera a su bola que lo mismo se aparece por oriente que por occidente y no hay manera de saber qué hace. Aunque yo he llegado a mis propias conclusiones. Que ella dice que corre al viento porque es un espíritu libre, pero yo creo que es una hippy borrachuza y que se larga detrás de los montes de arena a sacar una petaca de Calimocho Don Simón.
En la ría una tarde divina. Porque yo me meto en remojo para que la corriente me acaricie y me imagino que estoy en un Spa de Beverly Hills o en un tratamiento termal en Baden Baden y me medio olvido de toda la chusma que me rodea.
Hasta que claro, se empeñan en robarme los palos. Que los palos son míos. Todos. Misssss palosssss, misssss regalosssss de cumpleañossssss, mis tesssssorrrrooosssss. Y me pongo yo toda Gollum. Que había un palo espectacular de grande en la ría y se lo querían apropiar Dallas y Lola. Que por cierto, no sé yo por qué todas las bóxer que conozco se llaman Lola, en fin, qué repetitivas. Y a mí es que se me fue subiendo el labio solo, hasta que me asomaron los dientes y me sentí muy muy tentada por arrojar un bocado al hocico de Dallas. Y parece que lo entendieron bien. Pero tuve que dedicarme toda la tarde a cuidar mis palos, que en cuanto me despistaba, aparecía por allí Lisa, o Hidra, o Patrick, o Luga o algún otro bicho chiflado para hacerme rabiar y robarme mis tesoros.
Y al final para nada, porque ya no hay respeto, y porque yo a la nena, por muy poligonera que sea, cariño le tengo, así que cuando se aburrió de rebuscar por las dunas y hacer de mirona y de molestar a unos señores que llevaban muy poca ropa y buscaban a otros señores con menos ropa todavía (la muy cochina, que luego viene y me lo cuenta), se acercó al agua y empezó a robarme todos los palitos todos. Qué sofoco.
Lo peor de todo, que al regresar a casa en el coche de Carmen y Germán, la poligonera se tumbó en el suelo y con mucho disimulo echó la pota. Que ya digo yo que entre las dunas lo que hace la muy loca es darle al botellón de calimocho.
No la vuelvo a sacar de casa.