lunes, 27 de febrero de 2012

SÚPER GLENDA CONTRA PAVISOSO


No os vayáis a creer que la lisura y el donaire que gasto están reñidos con el compromiso guerrillero. Nada de eso, que se puede ser glamourosa y luchadora, como moi y el Gafapasta. Bueno, como moi, que el Gafapasta, pobre, rebelde sin causa y con causa es, pero lo del glamour mejor vamos a dejarlo. Así que el domingo me puse un traje camisero ligerito, muy como de manifestarse, de mi amiga Donatella, unos Manolo's de temporada con un tacón listo para clavar en el primer cogote de alcalde malvado que se pusiera a tiro, un bolso vintage con una plancha dentro. Y unos colmillos bien, pero bien indignados.

Ya sé que en Valencia han puesto de moda los libros de texto, pero yo me llevé a la nena. A la Gin le puse un chándal, unas nike falsificadas, una litrona y un pasamontañas. Que para arma de destrucción masiva antisistema, no hay nada como una setter chiflada y poligonera. Mucha gente debió de pensar lo mismo, porque además de todos los chicos y chicas de la quedada de Liencres y los amigos que hizo Gin en el correccional había muchos setters con diversos grados de chifladura. Y todos muy enfadados y alterados, que hasta Tuba, esa labradora que me había parecido tan simpática siempre, andaba gruñona y guerrillera como el Sabueso de los Baskerville. Que ya le dije yo, mujer, si es normal que estemos enfadadísimas de la muerte, pero tampoco hay que perder la compostura.

Pues claro que el personal canino está enfadado. Porque el Alcalde Pavisoso y su troupe de circo se han empeñado en convertir Santander en una ciudad gris, fea y antipática. Y dicen que los perros tenemos que estar atados como criminales y que no nos van a dejar jugar y correr para soltar un poco de energía, ni tumbarnos al sol ahora que llega el buen tiempo para aliviarnos los reúmas. Como si los problemas urbanos fueran problema de los perros y no de esos bichos por los que tanta debilidad tenemos pero que a veces son odiosos, los humanos, y más esa subespecie altamente peligrosa, los concejales, a los que sin embargo sí permiten pasear sueltos y sin bozal. Y mira que dejan mierda por donde pasan.

Así que mañana guerrillera de bien. Entre una buena cantidad de perros estupendos que no respondieron a las provocaciones de la policía (es que es ver un policía y entrarte ganas de morderle, qué queréis que os diga) que habían llevado a sus dueños. Y mira qué bien, que me encontré tres mocetones de Brie de esos que no se ven por ahí, elegantes con su negro-gris marengo. Uno era un poco guarrindongo y le cogió gusto a husmear mi lindo potorrito. Pero ya le dije yo que esas cosas una señora no las hace en público. Y le guiñé un ojo, por si luego teníamos un momento de pasión desenfrenada en algún meublé modernista.

Al final, el Gafapasta leyó un comunicado y yo le aplaudí mucho. Porque glamour fatal, a pesar de que las gafas de pasta del Gafapasta son de Gianfranco Ferré y muy bien elegidas y le dan un aire. Pero todo lo que le falta de elegancia, le sobra de pico de oro. Si por algo me gusta.

Y me volvía yo a casa pensando que lo malo que tiene Santander es que por muy Súper Heroína Marvel que sea una, que ya me imagino yo con una capa multicolor de Moschino volando justiciera contra el crimen, con braguita y canesú de La Perla, en esta ciudad no hay malvados a mi altura para convertirlos en archienemigos oficiales. Que si viviera en Metrópolis, pues tendría que combatir a Lex Luthor; si tuviera un pisito en Gotham City, mientras el Gafapasta se disfrazaba de murciélago y se enrollaba con Robin, yo me enfrentaría al Joker y al Pingüino.

Pero en Santander la pobre Superglenda no va a encontrar un súper villano a su altura, y va a tener que conformarse con tener como archienemigo cutre al Alcalde Pavisoso. Que malo y villano es, pero tan rancio que no me va a permitir abrirme paso en la historia del cómic.

Si es que se me quitan hasta las ganas de morderle (haz la prueba, Pavisoso, acércate y haz la prueba).

jueves, 23 de febrero de 2012

LA CONSEJERA CUATRERA. GRRRRRR.


El Gafapasta tiene un clús de fláns que le jalea en cuanto dice algo medio original. O sea, casi nunca. El pobre tiende a previsible. Y yo tengo un club de fans que me jalea y me anima en cuanto digo algo simpático y elegante. O sea, en cuanto me pongo patas a la obra.

Y me dicen las chicas de mi club que cuándo voy a escribir algo sobre la ofensiva referencia que la consejera de presidencia, justicia y oración del Gobierno de Cantabria hizo a mi Gafapasta. Porque ya saben ellas que le tengo debilidad, y que yo por mi Gafapasta Ma-To. Pero la verdad es que me aburre. Me aburre. Me aburre. No el Gafapasta, que en el fondo es simpático. Me aburre la consejera, rancia como la manteca rancia.

Me puse yo a investigar libros y hemerotecas y no vi que esta señora aportara nada inteligente a la historia de la humanidad. De hecho, sigo teniendo serias dudas acerca de si la tal Letica es una mala actriz infiltrada por los del Club de la Comedia para dar un poco de vidilla al gobierno cántabro. O si es un muñeco Chuky fabricado por Rouco Varela para dictar homilías por doquiera que derrame su lisura cual flor (de cardo) de la canela.

Lo único que me llamó la atención es que fue verla y pensar en un Bichón Maltés, que es un perro que siempre me ha caído gordo gordo a pesar de lo pequeñito que es. Por culpa de la hermana del Gafapasta que tiende a criar bichonas raqueronas e impertinentes. Pero ni los malteses esos con lacito y cursilería se merecen contar entre sus filas con semejante ejemplar. Así que me dije que de ser perra sería una Pinter con Lanas. Pero ni se me ocurre cómo sería posible que Leticia fuera perro con lo mala malísima que se la ve.

Bueno, también me llamaron la atención otras cosas. Por ejemplo, que siempre tiene cara de enfadada y que cuando sonríe es peor porque parece Cruella de Vil con retortijones. Que sobreactúa más que Rossy de Palma, y eso a pesar de que en vez de gobierno en esta región tenemos un troupe de cómicos de la legua dirigidos por el director general de Cultura, que va de dramaturgo de arte y ensayo y les entrena para poner caritas y carotas. Que le gustan los toros y le gusta retratarse entre toreros disfrazada de damisela medieval. Y que si tiene alma de torturadora de animales, pues qué más vamos a decir.

Pero lo peor de todo, lo que yo, glamourosa de mí, no puedo perdonar es lo fatal de la muerte que viste, con un característico Monja Style. La torerita corta en volantes negros que llevó para visitar al Poder Judicial y que dejaba salir torrente de blusa y michelín me pareció como para la Pasarela Bostronizo de hace siete temporadas.

Y es que yo, que estoy releyendo a Spinoza, y su estupenda reflexión de que no puede haber ética sin estética, de Leticia Díaz Savonarola, como la bautizó el listuco del Gafapasta, no tengo nada que añadir después de ver su look de toma de posesión. Una mujer mujer capaz de acudir a un acto oficial y solemne con esa americana estropajosa como si le sentara bien, con ese color inenarrable, con esos bordados de Charlyrrivel, con esa mueca de madrastrona y con ese fotógrafo tan malvado que busca un enfoque en el que la sacra cruz le tape el potorrito, no puede ser buena.

No, si al final me acabará dando pena y tendré que regalarle dos o tres batines viejos de los que ya no uso ni para estar en casa. O mucho mejor, no me dará nada de pena y si me la encuentro por la calle la muerdo.

Que no se me olvide llevar en el bolso la petaca de Listerine. Asco de mujer, por Anubis.

miércoles, 22 de febrero de 2012

¡SON CANADIENSES!


Este barrio del Gafapasta nunca fue lo que era. Pero cada vez es menos lo que no llegó nunca a ser.

Y es que en uno de los bajos del bloque de enfrente se ha instalado una curiosa troupe circense integrada por perroflauta macho, perroflauta hembra y humanoflauta pestilente. A mí en general me parece que los humanos ganan mucho cuando comparten su estúpido modo de vida con alguna compañía canina, que suele aportar respetabilidad, buen carácter y sobre todo buenas maneras.

A mí, en general, jacobina y encendida defensora de la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano (¡Allons enfants de la patriiiiiiiiiiiiie! si es que me enciendo) no me molesta nadie a quien no moleste yo. Que una también tiene su corazoncito. Pero a mí esta banda me dio desde el primer momento mal mal rollete. De la perroflauta no voy a decir nada porque todavía no la escuché gruñir. Pero la humanoflauta, con cierto aspecto de Labrador cochino, es maleducada, gritona y más antipática que La Moños. Llevo yo muchos años en el barrio como para que una recién llegada me agreda cada vez que salgo de casa y me la encuentro a pata como diciendo que el prado es suyo, las escaleras son suyas y todo todito es suyo. Menos el parque, porque por allí no la llevan, gracias a ese simpático dios con cabeza de perro que los egipcios llamaban Anubis. Y no. Las escaleras son servidumbre de paso ciudadana, el prado es de los portales 13-A y 13-B, que es donde vivimos el Gafapasta y yo, y ella vive en los sótanos del 13-D. Así que no tiene derecho a pasto. La pestilencia sí es suya, mira por dónde.

Que a ver, reinas moras, que a mí me parece muy bien compartir lo que haya que compartir. Pero en amor y compañía a lo Woodstock.

El perroflauta es tan pestilente como la humanoflauta labradora, pero además borrachuzo y neurasténico. Grita a la perroflauta, grita a la humanoflauta y grita a la humanidad en general, pero en francés. Y digo yo que si convive con la bichonegro esa, podría saber un par de cosas sobre los comportamientos sociales de los cánidos, y si no que se lea a Karl Larenz. Pero que no me toque el potorrito, que se me escuece. Y es que anoche salía yo tan campante y ufana, olí a pis de perra entre la hierba y allá que fui a saludar y dejar mi tarjeta de visita con unos bonitos pises de presentación. Y allá que sale el perroflauta gritando como una consejera de justicia cualquiera, en un francés feo, agresivo, incomprensible y nada nada glamouroso (¡Sacré Bleu!) en el que sólo entendí la palabra Merde. Y que quería pegar al pobre Gafapasta cuando éste intentó explicar que nada de Merde, que aquello era pis y en un lugar muy muy discretito y propiedad de una comunidad de vecinos que casualmente no era la suya.

Lo que más rabia me da, aparte de tener un Gafapasta un poco timorato, que cualquier día voy y lo cambio por un Macarra de pura raza, es lo de que el ordinariote impresentable nuevo hable en Francés y su perra gruña en Asqueroso. Porque una tiene una lengua cantarina y un ladrido poético y armonioso digno del mejor Baudelaire. Pura poesía.

Pero ya me dijo el Gafapasta que con ese carácter lo mismo no era francés el perroflauta y que a lo mejor era belga o suizo. Belga no sé, porque a lo mejor una intoxicación de mejillones pueda tener esos efectos. Suizo no, que son unos bollos riquísimos. Sucio, sin duda.

Aunque más tarde, dándole vueltas a las meninges, he llegado a una conclusión más que evidente. Un perroflauta maleducado y gritón en francés cani ... una Labrador Retriever parienta cercana del Sabueso de los Baskerville pero en feo que ladra en ordinario ... Socorro, socorro: ¡Son canadienses!

Aux armes, citoyenssssssssssss!!!!!!!!

sábado, 11 de febrero de 2012

Bulerías de La Macarrona


La relación entre el Gafapasta y Moi atraviesa uno de esos momentos delicados que acaban por aparecer en toda relación. Y no es culpa mía eh, no que no, sino del Gafapasta que no las piensa y, cómo no, de la Maldita Poligonera Borracha.

Que ahora me sale el Gafapasta con que si soy mala malísima, y que parece mentira que a mis años me ponga a desobedecer y me ponga a perseguir gatos y haga como que no le oigo cuando me llama y robe huesos de jamón (pata negra, por supuesto) de los alrededores del contenedor. Y sobre todo, que me he vuelto una macarra de tomo y lomo dice, y que me estoy volviendo una raquerona ordinaria como la María Jiménez en sus mejores momentos y que me va a llamar La Macarrona, como si fuera yo una cantante de fandangos y bulerías venida a menos. Y que de puro mala le recuerdo a María Patiño y a Soraya Saez de Santamaría. Y y y y y y todas esas cosas me dice, ay, todas esas cosas. Con lo sentida que soy.

Y todo porque una, harta ya de la nena corre por aquí, la nena corre por allá, la nena me marea, la nena me aturde, he decidido que ya tiene una edad como para dejarse de tonterías. Y que de niña y de adolescente petarda la hemos tenido requeteconsentida. Y que ahora de jovenzuela absurda sanseacabó. O ponemos orden o esto se desmadra. Y como no veo yo al Gafapasa poniendo orden ni en su casa, ni en su vida, ni en la descomposición mental de Gin, pues he decidido que si yo soy toda una señora de hacienda rural, experta en rebaños de todo tipo, pues que a la Gin ya la pastoreo yo quiera o no quiera.

La cosa viene a ser así: El Gafapasa deja suelta a la poligonera loca para que se desbrave por el parque. La poligonera acelera de 0 a 100 en media décima. Yo me pongo en medio, abro la boca, corto el acelerón justo a tiempo y la empotro contra la verja y de ahí que no se me mueva. La muy picajosa va a buscar al Gafapasta, y mete entre sus piernas toda llorosa, toda quejumbrosa, toda temblorosa. Que con eso de que viene la Semana Santa pronto esta se ha creído Nuestra Señora de las Angustias Caninas. Y el Gafapasta me riñe y me atolondra y me dice que la Nena me va a acabar cogiendo miedo. La sobaquera sí que se la tiene esta parrandera asquerosa cogida, pero a él, por mucho que diga. Así que yo a lo mío, a sacar diente y hacer prácticas de empotre de setter contra los hierros forjados.

Eso sí. Que si hay que ser mala se es mala. Pero mala con clase. Que a mí lo de que me lame macarrona y Maríajiménez me ha dolido. Pero lo de Soraya Saez de Morrosmaría no se lo perdono y no y no y no. Porque ya digo yo, que se puede ser mala con título, sedas y pelucones, y un Chateau monísimo junto a las aguas del Loire, por ejemplo. Como la Marquesa de Merteuil, que bordó mi adorada Glenn Close en Las Amistades Peligrosas. O como algo más moderno y fino, una Cruella de Vil que mata gatas estúpidas para hacerse abrigos divinos. Lo malo es que si te vistes con los pellejos de la Tiberio pareces una viuda vampira, fea es la pobre. Y el carey de la otra es mono y queda divino con una pañoleta de Moschino de fondos rojos y verdes. Pero claro, con la Anabotella sola no me llega para una braga, así que tendría que despellejar a unas siete docenas de Anabotellas. Pero me parece a mí que entre la gata mala y la alcaldesa peor tenemos más que de sobra. Así que nada.

Lo mejor, ser mala malísima como mi amiga amiguísima Anna Wintour, que siempre me pide consejos inteligentes para sus comentarios en Vogue y a la que tan bien representó la Streep en El Diablo viste de Prada. Mala como pocas, pero a veces nos prestamos trapos, porque somos igual de monas y de estilosas. Yo tengo más tetas, diez para ser exacta. Pero con una blusa holgadita y con lazo apenas se nota la diferencia. Si es de buena calidad y mejor caída claro.

Mala sí, pero con clase. ¿Macarrona yo, Macarrona? Gafapasta guapo, ven que te muerdo, ven.

domingo, 5 de febrero de 2012

Lenguas de gato, cacas de gato, poligoneras cerdas...


Con la clase que una tiene y mantiene, no os llamará la atención que me apasionen hasta la indecencia las partidas de bridge y las largas tertulias para hablar de política, moda y perversiones chic junto a un té de frutas aromáticas, unas pastitas ricas de chuparse las patas, y alguna golosina a la moda. Unas lenguas de gato, por ejemplo.

A mí cuando me habló el Gafapasta de las lenguas de gato me dio un poco como de asco. Que ya me estaba yo imaginando al señorito sacando la navaja cachicuerna, apretando el gaznate de la Anabotella y la Tiberio hasta que sacaran sus lenguas absurdas y rasposas, pegar un cortecito limpio y rápido y cuando estuvieran secos los restos de sangre micifuz (reutilizables para morcillas, supongo) pegar a las cositas un baño de cognac y chocolate fundido de esa chocolatería de la Rue Jakob de París que tanto tantísimo me encandila.

Luego resulta que no. Que es otra de esas gracias que tienen los humanos para que no haya quien entienda las bobochorradas que dicen. Y al final son simples pastas de bizcocheta o de chocolate, al gusto, que tienen una forma rara que recuerda a cualquier cosa menos a una lengua de gato.

Bien mirado, cortar la lengua a la Tiberio, la tonta del bote, no estaría mal. Porque le ha tocado otra vez temporada de calenturas de potorrito y así no hay quien pegue ojo, con la marrana esta llamando desesperada a todos los gatos macarras del vecindario y restregándose contra todo lo que se deja. En casa todo y todos menos yo, que soy la única decente, digna y severa, como buena jacobina.

La Gin, por su parte, sigue tan marranorra y asquerosoide como siempre. Para sus meriendas, y mira que yo he hecho lo que he podido por comprarle baberos de encaje y puntilla, muñequitas Barbie vestidas de Lacroix y juegos de té de porcelana de Meissen con cucharitas de plata y su nombre grabado para ver si consigo hacer una perruna decente de la poligonera basta y plasta que se empeña en ser. Pero ni modo.

El otro día le preparo a la nena una mesa divina para merendar y cuando quiero darme cuenta, y antes de tener tiempo de poner en el platito un pedazo de tarta de moka y nueces, va la muy cerda a las bandejas retreteras de las gatas y hace una selección de cacas secas. Y cuando yo llego dice la muy simple "Mira, Glenda, ¡bombones de gato!". Y ante mi horror los relame, los rechupa y se los mordisquea.

Una pesadilla, como ya os podéis imaginar.

Lo único bueno que tiene, es que disfruto viendo cómo sufre el Gafapasta. Y lo bien que le estápor haber metido a semejante loca en mi casa sin consultarme siquiera. Porque después de cada atracón de bombones de gato, menea la nena la cola y va donde el señorito muy ufana a lamerle la cara y la boquita. Supongo que en agradecimiento por las golosinas. Juá.