sábado, 11 de febrero de 2012

Bulerías de La Macarrona


La relación entre el Gafapasta y Moi atraviesa uno de esos momentos delicados que acaban por aparecer en toda relación. Y no es culpa mía eh, no que no, sino del Gafapasta que no las piensa y, cómo no, de la Maldita Poligonera Borracha.

Que ahora me sale el Gafapasta con que si soy mala malísima, y que parece mentira que a mis años me ponga a desobedecer y me ponga a perseguir gatos y haga como que no le oigo cuando me llama y robe huesos de jamón (pata negra, por supuesto) de los alrededores del contenedor. Y sobre todo, que me he vuelto una macarra de tomo y lomo dice, y que me estoy volviendo una raquerona ordinaria como la María Jiménez en sus mejores momentos y que me va a llamar La Macarrona, como si fuera yo una cantante de fandangos y bulerías venida a menos. Y que de puro mala le recuerdo a María Patiño y a Soraya Saez de Santamaría. Y y y y y y todas esas cosas me dice, ay, todas esas cosas. Con lo sentida que soy.

Y todo porque una, harta ya de la nena corre por aquí, la nena corre por allá, la nena me marea, la nena me aturde, he decidido que ya tiene una edad como para dejarse de tonterías. Y que de niña y de adolescente petarda la hemos tenido requeteconsentida. Y que ahora de jovenzuela absurda sanseacabó. O ponemos orden o esto se desmadra. Y como no veo yo al Gafapasa poniendo orden ni en su casa, ni en su vida, ni en la descomposición mental de Gin, pues he decidido que si yo soy toda una señora de hacienda rural, experta en rebaños de todo tipo, pues que a la Gin ya la pastoreo yo quiera o no quiera.

La cosa viene a ser así: El Gafapasa deja suelta a la poligonera loca para que se desbrave por el parque. La poligonera acelera de 0 a 100 en media décima. Yo me pongo en medio, abro la boca, corto el acelerón justo a tiempo y la empotro contra la verja y de ahí que no se me mueva. La muy picajosa va a buscar al Gafapasta, y mete entre sus piernas toda llorosa, toda quejumbrosa, toda temblorosa. Que con eso de que viene la Semana Santa pronto esta se ha creído Nuestra Señora de las Angustias Caninas. Y el Gafapasta me riñe y me atolondra y me dice que la Nena me va a acabar cogiendo miedo. La sobaquera sí que se la tiene esta parrandera asquerosa cogida, pero a él, por mucho que diga. Así que yo a lo mío, a sacar diente y hacer prácticas de empotre de setter contra los hierros forjados.

Eso sí. Que si hay que ser mala se es mala. Pero mala con clase. Que a mí lo de que me lame macarrona y Maríajiménez me ha dolido. Pero lo de Soraya Saez de Morrosmaría no se lo perdono y no y no y no. Porque ya digo yo, que se puede ser mala con título, sedas y pelucones, y un Chateau monísimo junto a las aguas del Loire, por ejemplo. Como la Marquesa de Merteuil, que bordó mi adorada Glenn Close en Las Amistades Peligrosas. O como algo más moderno y fino, una Cruella de Vil que mata gatas estúpidas para hacerse abrigos divinos. Lo malo es que si te vistes con los pellejos de la Tiberio pareces una viuda vampira, fea es la pobre. Y el carey de la otra es mono y queda divino con una pañoleta de Moschino de fondos rojos y verdes. Pero claro, con la Anabotella sola no me llega para una braga, así que tendría que despellejar a unas siete docenas de Anabotellas. Pero me parece a mí que entre la gata mala y la alcaldesa peor tenemos más que de sobra. Así que nada.

Lo mejor, ser mala malísima como mi amiga amiguísima Anna Wintour, que siempre me pide consejos inteligentes para sus comentarios en Vogue y a la que tan bien representó la Streep en El Diablo viste de Prada. Mala como pocas, pero a veces nos prestamos trapos, porque somos igual de monas y de estilosas. Yo tengo más tetas, diez para ser exacta. Pero con una blusa holgadita y con lazo apenas se nota la diferencia. Si es de buena calidad y mejor caída claro.

Mala sí, pero con clase. ¿Macarrona yo, Macarrona? Gafapasta guapo, ven que te muerdo, ven.

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