martes, 27 de septiembre de 2011

Dora la Exploradora va a la playa

El Gafapasta está tan agotado de la hiperactividad destructiva de la poligonera, que hasta se ha sacudido su tradicional pereza y ha estado buena parte del verano promoviendo ricos y largos paseos a la playa. Por la noche, porque dicen los humanos, esos cerdos que están llenando de mugre el universo, que los seres civilizados manchamos y molestamos, juas. Pero hay que reconocer que una playa privada para el Gafapasta, la Gin y Moi está requetebién.

Yo en la playa tengo mis días. Lo mismo me da la vena esportiva y me pongo a correr como una loca detrás de la nena hasta que me hago cisco la pata y me tiro dos semanas coja (si al final va a tener razón el Gafapasta y no estoy yo ya como para plusmarquista olímpica, sniff) que me pone cachondona el rollo tranqui y me dedico a disfrutar de un elegante tratamiento de talasoterapia. Qué sí , reinas, que los baños de ola no son solamente una chorrada hortera del ayuntamiento de Santander, son también unos masajes relajantes y refrescantes que te dan las olas del Cantábrico que te vienen de miedo. Así que me busco un charco entre las rocas bien remansadito, me sumerjo hasta la puntita de la nariz y me quedo leluca mientras el fresquito me invade y el dulce vaivén del mar me masajea desde la trufa hasta el potorrito. Y entre las carreras, que me han devuelto el tipín envidiable de una adolescente, y los masajes oceánicos, que me han dejado el cutis limpio como una patena, parezco la Lola Flores, porque estoy como nunca. Delgadita. Relajadita. Coja.

La niña no, la niña no se relaja ni con ajenjo en vena. Y como no es nada elegante, pues dice que con las terapias de balneario se aburre como una cerda embutida. Así que se limita a correr, y correr, y correr, y correr, y saltar las olas, y correr, y correr, y así de extremo a punta de la playa, que la muy lerda se debe de pensar que va a llegar a Inglaterra a hacer un pis en su árbol genealógico. Porque energía tiene la poligonera para alimentar una central eléctrica, pero vida interior una o ninguna.

Anoche, sin ir más lejos, en medio de su ataque atlético y con una marea baja bajísima con un coeficiente que dejaba todas las rocas del Sardinero al aire, fue poseída por el espíritu tonto de Dora la Exploradora y empezó a rebuscar entre rocas, piedras, charcos y plegamientos jurásicos varios, como si estuviera rodando para National Geographic. Y yo pensándome que sería megadiver que un cangrejo le mordiera en la naricita y se le quedara hinchada para una buena temporada. O mejor, que una anémona de mar de esas que lo mismo parecen una flor fastuosa que una caca de mandril pegada a la roca, le echara un ñisco en condiciones a la pata y se le quedara la cojera a juego con la mía. Pero nada, ella que si subo como una loca, que si bajo como una posesa, que si salto como una chiflada, que si me agacho como una perturbada. Porque en la playa se le va el poco seso que tiene.

Y el Gafapasta y yo esperando a que la muy desconsiderada se dignara a venir, intuyéndola entre las sombras y las oscuridades, detectándola de pronto en las alturas de la roca dibujando postalitas con la luna de fondo o acordándonos de su madre cuando la helada empezaba a pegar en condiciones. Y allá que te explora y que te explora hasta que empezamos a escuchar ese grititito histérico y desafinado, profundamente desagradable, que nos regala la Gin cada vez que se le altera el nervio. Caída en un charco que me la cubría entera enterita, intentando subirse a la roca llena de verdín y resbalándose una vez, y otra, y otra. Y yo partiéndome el cuadro y el Gafapasta lo mismo, que no sé ni como salió la muy torpe del lío en el que se había metido.

Pero no escarmienta. Que a la vuelta yo para serenarme después de tanta risa tonta me di otra sesión de espá y me vino diciendo "tía, vamos, que eso es mogollón de aburrido, vamos a correr y a correr".

Que ya le dije yo, que me dejara tranquila con mi vida interior un rato. Y que se volviera al charco resbaloso a ver si pescaba un bacalao. Mema.

1 comentario:

  1. La verdad es que la pobre Gin es como todos nosotros en busqueda permanete de sensaciones nuevas,aunque ya tenemos edad para ser como Glenda reposados y ver la vida interior con los piesucos metidos en una charca.Un beso y un saludo.Javi.

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