Este barrio del Gafapasta nunca fue lo que era. Pero cada vez es menos lo que no llegó nunca a ser.
Y es que en uno de los bajos del bloque de enfrente se ha instalado una curiosa troupe circense integrada por perroflauta macho, perroflauta hembra y humanoflauta pestilente. A mí en general me parece que los humanos ganan mucho cuando comparten su estúpido modo de vida con alguna compañía canina, que suele aportar respetabilidad, buen carácter y sobre todo buenas maneras.
A mí, en general, jacobina y encendida defensora de la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano (¡Allons enfants de la patriiiiiiiiiiiiie! si es que me enciendo) no me molesta nadie a quien no moleste yo. Que una también tiene su corazoncito. Pero a mí esta banda me dio desde el primer momento mal mal rollete. De la perroflauta no voy a decir nada porque todavía no la escuché gruñir. Pero la humanoflauta, con cierto aspecto de Labrador cochino, es maleducada, gritona y más antipática que La Moños. Llevo yo muchos años en el barrio como para que una recién llegada me agreda cada vez que salgo de casa y me la encuentro a pata como diciendo que el prado es suyo, las escaleras son suyas y todo todito es suyo. Menos el parque, porque por allí no la llevan, gracias a ese simpático dios con cabeza de perro que los egipcios llamaban Anubis. Y no. Las escaleras son servidumbre de paso ciudadana, el prado es de los portales 13-A y 13-B, que es donde vivimos el Gafapasta y yo, y ella vive en los sótanos del 13-D. Así que no tiene derecho a pasto. La pestilencia sí es suya, mira por dónde.
Que a ver, reinas moras, que a mí me parece muy bien compartir lo que haya que compartir. Pero en amor y compañía a lo Woodstock.
El perroflauta es tan pestilente como la humanoflauta labradora, pero además borrachuzo y neurasténico. Grita a la perroflauta, grita a la humanoflauta y grita a la humanidad en general, pero en francés. Y digo yo que si convive con la bichonegro esa, podría saber un par de cosas sobre los comportamientos sociales de los cánidos, y si no que se lea a Karl Larenz. Pero que no me toque el potorrito, que se me escuece. Y es que anoche salía yo tan campante y ufana, olí a pis de perra entre la hierba y allá que fui a saludar y dejar mi tarjeta de visita con unos bonitos pises de presentación. Y allá que sale el perroflauta gritando como una consejera de justicia cualquiera, en un francés feo, agresivo, incomprensible y nada nada glamouroso (¡Sacré Bleu!) en el que sólo entendí la palabra Merde. Y que quería pegar al pobre Gafapasta cuando éste intentó explicar que nada de Merde, que aquello era pis y en un lugar muy muy discretito y propiedad de una comunidad de vecinos que casualmente no era la suya.
Lo que más rabia me da, aparte de tener un Gafapasta un poco timorato, que cualquier día voy y lo cambio por un Macarra de pura raza, es lo de que el ordinariote impresentable nuevo hable en Francés y su perra gruña en Asqueroso. Porque una tiene una lengua cantarina y un ladrido poético y armonioso digno del mejor Baudelaire. Pura poesía.
Pero ya me dijo el Gafapasta que con ese carácter lo mismo no era francés el perroflauta y que a lo mejor era belga o suizo. Belga no sé, porque a lo mejor una intoxicación de mejillones pueda tener esos efectos. Suizo no, que son unos bollos riquísimos. Sucio, sin duda.
Aunque más tarde, dándole vueltas a las meninges, he llegado a una conclusión más que evidente. Un perroflauta maleducado y gritón en francés cani ... una Labrador Retriever parienta cercana del Sabueso de los Baskerville pero en feo que ladra en ordinario ... Socorro, socorro: ¡Son canadienses!
Aux armes, citoyenssssssssssss!!!!!!!!
jajajajaja glen, no te dejes vencer, si el gafapasta no saca las uñas sacales tu pero vamos! a uno no le tose en su barrio ni el barrendero. animo guapa.
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