jueves, 20 de septiembre de 2012

CICATRICES DE GUERRA



Afectada y requetafectada por un alto nivel de estrés de origen poligonero, me lleva el Gafapasta a la elegantísima Clínica María de las Mercedes para someterme a un par de escarnios, digo intervenciones quirúrgicas.
Es lo que tiene lo de ser señora señorona, que como tengas muchas tetas algo te acaba saliendo dentro. Y yo tengo ocho, así que echen la cuenta, multipliquen por el nivel de riesgo al cubo, dividan por pi y determinen el vectorial, aplicando la conocida fórmula matemática “qué lata de mamas”. Pues eso, que tenía yo un bulto tamaño avellana que pronto se puso tamaño cereza del Jerte en el Primero derecha. Si por algo lo de la derecha me da a mí mal rollo jacobino, oigan. Y tenía yo también un bulto grasiento-seborreico en el lateral, que quedaba divinamente disimulado por la divina pelambre, pero ya puestas a dormir bajo los efectos de la anestesia, que corten, que corten.
Ya sé yo que todo por mi bien, que parecen la Veterinaria y el Gafapasta la Guardia Civil con su todo por la patria, pero una no va al cadalso sin unos mínimos de digna resistencia, así que planté culo en puerta y dije que yo no entraba allí ni borracha de salfumán. Que una será vieja pero energía tengo como si fuera una chiquilla. Pero con un tres a uno no hay quien pueda.
Me duermen, me cortan, me recortan, me aprietan, me exprimen, me extraen, me cosen, me bordan en filtiré… me dejan allí tumbada, atontada, anestesiada, abotargada y echando baba como si fuera una de las fuentes de Versalles pero sin patos… Un horror, oigan. Hasta que por fin vuelve el maldito Gafapasta con cara de preocupado, me sacan del cuartucho de reposo, le doy un empujón que le crujo la rodilla y troto hacia la puerta hasta que el sinvergüenza de él, sin pudor alguno, me engancha del rabo y me frena en seco. Que ni respeto por mis cicatrices de guerra tiene, ay.
En fin, que yo sigo estupenda y que aunque el Gafapasta se ha empeñado en que haga reposo de balneario yo le he dicho que a mí ahora de la calle no me saca nadie, que quiero trote, galope y fiesta. Y que además, la elegancia a una le puede, tengo que lucir el costurón del costado. Se lo encargué a Pierre Balmain, que me gusta me gusta lo que está proponiendo para este otoño, y así me compro un trajesastre en Percha a juego. Y claro, a Balmain le ha faltado tiempo para enviar un modelo de costurón exclusivo para La Gran Diva, o sea, Moi. El costurón de la teta es también exclusivo, elegantísimo y de diseño. Regalo de Gaultier, que como sabréis por Madonna es especialista en convertir las tetas en cosas extrañas pero súper fashion. Y sí, ya sé que estaríais encantados de verlo. Pero una es una dama, so pervertidos.
No se me olvide avisaros de que si queréis saber más, podéis comprar el Vanity Perras el mes que viene: vuelvo a ser portada, como cuando hubo rumores de que tenía un lío con Rin Tin Tin. Qué tiempos locos aquellos, ay.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

RUNNING GIN




Entre que el Gafapasta es un patoso y la Poligonera una desvergonzada no puede una ni tener un preoperatorio tranquilo. Que anda una pachuchona y no le dan estos dos más que disgustos.
Habíamos pasado por la Clínica Sardinero, que es como la Ruber pero sin infantas gorronas y en veterinario, para ver cómo iba yo de mis bultos y determinar la fecha de la operación, cuando el Gafapasta decide contemplar el ocaso desde las arenas de La Concha. Así que nos estuvimos tomando un helado en los Jardines de Piquío y haciendo tiempo, hasta que se desertizó la playa. Todo tan bien y tan fino, a pesar de los nervios histéricos de la Gin, hasta que el Gafapasta decidió jugar al fútbol con una roca enorme, se resbaló al patearla, hincó la rodilla en piedra y escuchose un extraño click: el del mosquetón que controlaba a la niñata abriéndose con el accidente.
Genial. Porque yo estaba suelta como corresponde a mi donaire. Pero la nena salió disparada como alma que lleva Belcebú, que me parece a mí que debió de ser el padre de la criatura. Para sus rocas favoritas a olisquear, parecía dirigirse, hasta que se lanza al agua a lo Esther Williams y avanza y avanza hasta llegar al límite del muro que separa La Concha del Camello y se nos cambia de playa.
El Gafapasta se ataca, yo me altero elegantemente pensando en que no hacemos vida, y nos dirigimos al cambio de arenas para comprobar que todo el vodevil era como una canción de Chenoa: Cuando tú vas, yo vuelvo de allí. Que la nena ya se había vuelto al punto de salida, se había atacado al no vernos y se había dirigido en modo jet al Casino. Como es horteruca y de barrio pues me pareció que iría a las tragaperras, pero no: decidió recorrer toda la ciudad en busca de gatos, basuras, palomas, basuras, cervezas, basuras, macarras y basuras.
¡La de horas que tardó en aparecer la condenada! Yo ya le dije al Gafapasta que me dejara en casa, que me ocupaba de la intendencia. Vamos, que me puse a cenar y a ver la tele, mientras él alertaba a las redes sociales y bajaba michelines en un sube Santander, baja Santander, atraviesa Santander hasta que regresó a casa con agotamiento físicomental y sin Poligonera alguna. Madrugón y otra vez a las calles, pero nada de nada, hasta que tuvo que parar para cumplir con su madre. Y la Gin, de matinal dándole al vodka, como si lo viera.
En fin, que las redes fueron movilizándose con rotunda eficacia hasta que la vieron en compañías extrañas, ciega de pizza, alterada alteradísima y cansada cansadísima y la llevaron a descansar al apartamento de Pequeño Monstruo, hermana del jefe.
Cuando por fin vino a casa me acerqué, la olisqueé para ver si el aliento le cantaba a borrachaza, gruñí y le dije que acabaría contratando a una institutriz, a Frau Rotenmeier o a Frau Merkel, para que pusiera orden en semejante desorden. Pero que nunca más.
Porque lo peor de todo es que como además de barriobajera es envidiosa y puñetera, todo fue para robarme el protagonismo. Pero ni por esas se le va a arreglar, que Galliano me ha regalado una mañanita divina para un reportaje exclusivo con portada en el Vanity Guau para contar mi operación y mi convalecencia. Lo de su aventura, como mucho, saldrá en las cartas al director del Superpop. Envidiosa.