lunes, 24 de enero de 2011

Estoy psicológica.


Lo de ser chica está bien, pero tiene sus inconvenientes. Ya os comenté que estaba atravesando una de esas fases en las que el potorrito se te pone aromático y cachondón, como una especie de imán para todos los chuchejos del barrio. Porque si esto fuera Estoril o Montecarlo o Cape Cod o Punta del Este (Marbella no, que te olisquea un Pitito Ridruejo o un Cachuli por un quítame allá este hueso), pues me encontraría con perros chulazos y elegantosos, pero por aquí nada de mi nivel. Ni en categoría ni en centímetros.

Hay un Golden Retriver que saca de paseo a un catalán muy mono. Es un poco histérico (el Golden, no el catalán) pero el Gafapasta se esconde en un portal hasta que les ve a los dos salir para fingir el encuentro casual. El catalanet es guapín, pero tampoco es para tanto, y además tiene una novia pavisosa que no me da nada de buen rollo. Pero claro, al Gafapasta le parece muy bonito tener al Golden todo atacao olisqueándome y tratando de hacerme guarrerías mientras él pone cara de sobao pasiego y comenta la jugada mientras maquina como sacar la crema catalana de su envoltorio. Harta me tiene.

Pero lo peor viene ahora. Que después de las calenturas, te queda como un desmayo lánguido que los listos llaman pseudo-gestación. Y claro, entre que te viene la migraña, entre que se te hormona todo de hocico a rabo, entre que se te van poniendo las ocho tetas como si fueran sucursales de la SAM, pues no haces vida de ti misma. Duda una entre ponerse moderna, cantando como las de Objetivo Birmania aquello de "Desidiaaaa, ahhhhh, al borde del mar" o tumbarse en la chaise longue a lo Saritísima. Las birmanas esas eran unas horterokitchs de cuidado, pero es que en una chaise longue desmereces mucho si no fumas algo, y claro, seguro que las gatas se chivaban y me ponían una sanción, que es lo que me faltaba.

Así que me paso los días tirada encima del almohadón, bebiendo como una cosaca los chupitos de vodka que el Gafapasta me mezcla con el Agua de Solares, y esperando a ver si me restriego un rato contra las manos del jefe o pego un par de lametones en los morros a las gatas hasta que se me pase este afán de maternidad que me está matando.

Y encima, tendré que pensar qué voy a parir esta vez. Lola, la pelirroja a lo Veronica Lake, solía parir un erizo de goma verde. Yo estoy dudando entre parir un mono de peluche enorme o ya directamente reparir a las gatas, a ver si esta vez al menos salen medio listas.

Qué estrés, señor de los espacios infinitos, qué estrés.

lunes, 17 de enero de 2011

La fiestuqui del patrón


No es que sea yo mucho de devociones. Que va Dios y le dice a Adán que tiene derecho a poner nombre a los animales y va luego el Gafapasta y llama a la pobre gata Ana Botella. A la tonta no, a la sobona.

Y es que con muy poquitas excepciones como Paco de Asís o el bueno de San Antón, los bichos salimos muy malparados cuando tocan cristianos en lontananza. Los budistas, por ejemplo, son mucho más majos en ese aspecto, pero cuando se ponen a meditar durante horas me estresan muchísimo, porque yo soy una perra como mucho más de acción. Y la verdad, cuando medito me duermo al tercer ohmmmmm.

El caso es que hoy es Santa Rosalina, el santo de una de las mamás de Betty, que es un nombre muy raro según dicen en la radio, pero suena un poco como a personaje de Chéspir. Y también San Antón, el patrón de los animales domésticos, que debe de ser el dibujo animado ese que me encontré por el Google.

Y aunque sólo sea por el qué dirán, le dije al Gafapasta que me llevara de bendiciones y que luego nos tomábamos el aperitivo para celebrarlo. Me dijo que bueno y allí le tuve yo esperando mientras me arreglaba la mantilla española que me regalaron el Victorio y el Lucchino, que me sienta divina, y me adomodaba el bolso bueno y un rosario de piedras del Jordán que tiene que ser supermilagroso.

A mí me dio la impresión de que por mucha bendición que les remojaran, allí los bichos no se acababan de creer nada. Pero peor fue lo mío, porque el cura va y me echa un chorro de agua bendita que me deja la mantilla echadita a perder que ni para un moquero de diseño. Y claro, empiezo yo a gruñir con voz de barítona, me empieza la cabeza a dar giros de la indignación, se me sale la baba con el estrés y ahí tenéis al cura corriendo todo angustiado diciendo que le han llevado para bendecir a Linda Blair. Qué momento, chicos, yo allí con la mantilla destrozada, unas perras mil-leches y santurronas mirándome fatal como si fuera una Anticrista, y la baba que no paraba de salir en ríos de indignación.

Cuando por fin me tranquilicé un poco, el Gafapasta me sacó de aquel sarao absurdo y patronal y me llevó al aparitivo. Y os aseguro que la mejor receta contra la posesión diabólica son unas gambitas ricas y una cerveza fresquita y bien servida.

Pero ni tranquilidad, ni gambas, ni cervezas, ni leches: al cura pienso enseñarle los dientes hasta que me compre otra mantilla, vamos.

lunes, 10 de enero de 2011

Derramando Lisura


Yo es que desde pequeña tenía un aire a la Susanita pija de Mafalda. Veía algo menudo y con movimiento y pensaba "¡Hijitos!". Que una nació para madraza. Y como con esta galanura que voy derrochando no pasaba día que al Gafapasta no le rogara alguien puesto en rodilla que porfavor, que querían un cachorrito de Brie, pues hubo un tiempo en el que convinimos que sería una buena idea tener bebitos en el momento adecuado.

Pero cuando llegó el momento adecuado, no había chulazos de Brie por ningún lado, así que me quedé a verlas venir, compuesta y sin criaturitas. Así que ahora prefiero rollos de una noche con jovenzuelos peludos y de buen ver y cuando llegan esos días complicados cada seis o siete meses, confío en que mi altura y mis espléndidos colmillos (ni una funda todavía, oigan) mantengan a raya a los chuchos enanoides de este barrio al que me ha traído a vivir el Gafapasta.

No es que me haga falta, que una es guapa donde las haya, pero en estos meses se te hincha el potorrito y vas dejando por ahí unos efluvios olfativos que pareces la Monroe vestida de Nº5. Y ahí me tienes, cual flor de la canela por el parque, poniendo a todos los perros bien perracos.

Los machos son un poco plastas, para que nos vamos a engañar. Pero lo pero es que no puede moverse, que donde pone la pata pone la gotita rojipardusca. Que parezco Pulgarcita dejando pistas. Una, que además de glamourosa es de por sí limpuca, lo lame todo con adecuada eficacia y deja la parqué flotante que ni el míster Proper ese. Pero lo que se queda por la noche en el edredón, no hay lengua que lo blanquee.

Así que ahí tengo al Gafapasta todo el día a la espera de otra surada para meter en la lavadora el edredón y diciendo que me tenía que comprar no sé que bragas y no sé qué pegotes con alas.

Y es que o se está fumando porritos a mis espaldas o al final los tebeos de héroes de la Marvel le han terminado de hacer puré el cerebro y ya ve chuchos voladores surcando divinos los cielos. El pobre.

miércoles, 5 de enero de 2011

Noche de Reyes


Atacada de los nervios que estoy. A - Ta - Ca - Di - Ta.

Y es que ya le voy a decir yo al Tipo Gafapasta que las cosas no son así y que no le vuelvo a dejar que me líe una tan gorda como la que me acaba de pasar. Que hasta se me han sofocado las ocho tetas.

Claro que una es de una rancia y noble estirpe de perros custodios. Y no poco bien que he cumplido yo mis encomiendas cuando tuve que hacer de enfermera del Chico Guapo o cuando me militaricé para controlar el tráfico de gatas. Pero las cosas se avisan. Que estaba yo ya tan feliz enrollada en el edredón, echando las babas en la almohada del Gafapasta y con la Tiberio dormida en el corvejón derecho, cuando oigo yo como ruido en el salón y como que se abren las ventanas.

Una sube la nariz, arquea la oreja, pone ceja de Zapatero y acaba decidiendo que hay ruidos raros y que no es que el Sur haya abierto una ventana, que no que no. Así que voy al salón y, no os lo vais a creer, me encuentro a dos pavos con barbas y un capón muy hecho, pero muy muy tostado, cargados con unas bolsas muy sospechosas. Yo primero gruño un poco por aquello de avisar y me tiro a por la primera pantorrilla. Que estrés de noche, muerde por aquí, desgarra por allá, pon en el cogote de este las uñas de Miércoles, las de Tiberio en los cataplines del otro...

En fin, que nos quedó todo el salón hecho un territorio ocupado, pero conseguí que se fueran por donde habían venido llevándose lo suyo.

Lo malo es que luego las gatas, que son un rato rencorosas y puñeteras, empezaron a criticar y a decir que si con este humor que tengo no se puede y que tenía que haber preguntado primero, que lo mismo eran los famosos Reyes Magos esos y que les había echado de casa sin la torre de vigía que ellas habían encargado para estar calentitas y aterciopeladas.

Ya les dije yo, que se dejaran de historias y que si querían mantener el potorrito caliente que siguieran peléandose para ver cuál de las dos se sienta en el chochodificador ese del Imagenio, que las mantiene las partes bien torrefactas.

Pero ya verás como al final tienen razón, y por cumplir con mis genes guardianes me he quedado sin el collar de Cartier que había pedido para este año.

Y el Gafapasta por ahí de litros o de chulos o de sabediosqué. Cuando vuelva le muerdo también.

lunes, 3 de enero de 2011

Crónicas de Nochevieja


Todavía me dura la resaca del cotillón, así que llevo unos días que no sé si subo o si bajo las escaleras cuando saco al Gafapasta de paseo. Como de costumbre, él dice algo así como "¿Vamos a la calle?" y yo pues un "worrrfffffññññññññññññaaaauuuuuu, ¿hace falta decirlo tan alto?"

Pero años de control de horarios al Gafapasta han bastado para organizar un sarao canino de lo más aullante. Primero, como está mandado, me cené tan ricamente el capón y las otras golosinas que me regaló Teresa. Y como además de tontas las gatas son lentas con la manduca, les rebañé el comedero y me terminé su paté de merluza con carabineros sobre fumet de pulpo.

Terminada la cena, puse algo de música y esperé a ver los efectos del cóctel de vodka con tequila por el que había cambiado el agua de las gatas. Con el móvil del Chico Guapo preparado para grabar su borrachera y colgarlas en el youtube para que se rían los chuchos del barrio. Pero el idiota del Gafapasta no había recargado la batería y me parece que no va a salir nada bien la grabación de la Tiberio chocándose con las puertas ni la de la Miércoles saltando sobre sí misma y cayendo de bruces sobre su propio bigote. Juas.

Para tenerlas entretenidas, y que luego no digan, que criticonas son un rato, organicé una conga y un Paquito Chocolatero, que me vinieron muy bien para pisarlas en los juanetes sin que se dieran cuenta, mientras le iba metiendo pata a un Brie morenote y requeteguapo que había conocido el otro día en el Guau Club ese que se llena de perros pijos con banderitas en el collar. Era un poco patán, pero muy chulazo, y como al fin y al cabo le quería sólo como One Night Stand, pues todo dabuti.

A eso de las cuatro largué al chorbo y les di un chute de alka seltzer a las gatas para disimular un poco, pasé el escobón por el pasillo y me fui al edredón a hacerme la dormida.

No sé si el Gafapasta se dio cuenta de que me había olvidado de quitarme el matasuegras del colmillo y el gorrito ridículo. Pero discreto como es, al día siguiente no me dijo nada.

¿Será posible terminar enero con otro cotillón? Jo, venga, aunque en vez de capón me sirvan pintada rellena.